Descubre cuándo y para qué trabajar con un consultor externo.
Existen dos momentos clave de cualquier negocio en los que recomiendo altamente la intervención de consultores externos; el primero es al completar la redacción de un plan de negocios, y el segundo llega cuando la empresa se percata que está desacelerada o estancada en su crecimiento. Analicemos con un poco más de detenimiento.
He identificado que, comúnmente, las incubadoras de negocios priorizan la redacción de documentos obsoletos como los planes de negocios, cimentados en proyecciones irreales y, muchas veces, imposibles de cumplir para una empresa promedio. Razón por la que, a los que están listos para salir al mercado, al menos en papel, pero que no tienen la menor idea de cuál es el primer paso para volver ese papel en su realidad, representa un típico caso; son esas empresas “graduadas”, que, si bien les fue, consiguieron algún crédito o premio, pero no necesariamente están listas para crearse en las condiciones de desarrollo óptimo y entonces saldrán a la carrera de manera torpe y estrepitosa. En este aspecto la necesidad es un plan de implementación, para que vayas de la mano de un consultor profesional, que te ayude en la toma de decisiones, un buen y confiable Pepe Grillo.
El proceso depende mucho de los problemas específicos que tenga el proyecto para entrar al mercado y crecer, pero lo común es identificar áreas de atención oportuna e ir avanzando progresivamente. Durante mi visita el año pasado al ecosistema emprendedor de Pittsburgh, me di cuenta de la importancia de estar “hombro con hombro” con los consultores, las zonas de coworking, por ejemplo, deberían ser espacios de intercambio y no simples escritorios aislados con Internet y, en el caso de los que vivimos en zonas de calor, aire acondicionado gratis.
El segundo momento es durante la fase de crecimiento de una empresa, necesitas un consultor que tenga dentro de su red de especialistas los contactos multidisciplinarios y el conocimiento suficiente del mercado local, para ayudarte a comenzar a generar ingresos que hagan que el negocio despegue.
Así es como la empresa previene la mayor cantidad de tropezones posible, sin que esto garantice algún tipo de invulnerabilidad al fracaso, pero por lo menos esquivas lo más posible.
Ya que la empresa llegó a su pico, entra a fase de madurez, donde requiere seguir echando leña al fogón para que no se apague. Y es aquí cuando se trabaja con un enfoque de innovación para ayudar a generar un segundo despegue. El consultor entra en acción con un análisis a profundidad de los éxitos y fracasos de la empresa, hay muchas herramientas y metodologías que ayudan a este momento.
El consultor ideal para este momento debe haber trabajado previamente en áreas cercanas a la industria o sector en el que te muevas. Lo mejor es no esperar a que se sienta la caída, porque en ese momento, regularmente, deberás invertir más en publicidad que en innovación, por lo que se torna delicada la situación si no hay una base fuerte de ahorro para este propósito.
El rol del consultor, a diferencia del inicio, más que un consejero, es un estratega, quién te ayudará a tomas decisiones con base en la realidad e historia de tu negocio. Por lo que siempre recuerda documentar todo, ingresos, egresos, impuestos, multas, atoros, etc.
Si bien estos son los dos momentos más críticos que he identificado, no son los únicos, un consultor es como un médico, un chequeo de rutina no viene mal, y ayuda a prevenir males mayores.
¿Qué opinas? ¿Te identificas con algo? Espero que estos consejos te sirvan para escoger a un buen consultor y comenzar con el pie derecho a crecer tu negocio.